jueves, febrero 24, 2005

Conjuro

Que los ruidos...

Que los ruidos te perforen los dientes,
como una lima de dentista,
y la memoria se te llene de herrumbre,
de olores descompuestos y de palabras rotas.

Que te crezca,
en cada uno de los poros,
una pata de araña;
que sólo puedas alimentarte de barajas
usadas y que el sueño te reduzca,
como una aplanadora, al espesor de tu retrato.

Que al salir a la calle,
hasta los faroles te corran a patadas;
que un fanatismo irresistible
te obligue a posternarte
ante los tachos de basura
y que todos los habitantes de la ciudad
te confundan con un meadero.

Que cuando quieras decir:
"Mi amor", digas: "Pescado frito";
que tus manos intenten estrangularte a cada rato,
y que en vez de tirar el cigarrillo,
seas tú el que te arrojes en las salivaderas.

Que tu mujer te engañe
hasta con los buzones;
que al acostarse junto a ti,
se metamorfosee en sanguijuela,
y que después de parir un cuervo,
alumbre una llave inglesa.

Que tu familia se divierta
en deformarte el esqueleto,
para que los espejos, al mirarte,
se suiciden de repugnancia;
que tu único entretenimiento
consista en instalarte
en la sala de espera de los dentistas,
disfrazado de cocodrilo,
y que te enamores,
tan locamente,
de una caja de hierro,
que no puedas dejar,
ni un solo instante,
de lamerle la cerradura.
Oliverio Girondo.

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