martes, febrero 26, 2008

Llueve


Lectura




"SOLA COMO UN HONGO. Mi padre también está solo. Ella dirije la batuta y se acabó el asunto. Pero él no protesta, salvo cuando viene con bronca porque no se vendió ni una silla, ahí sí se la agarra con todo o a veces la mira con una cara que yo pienso aquí se arma, pero la muy viva lo calma y listo, se le pasa. Pero está solo, como yo en este loquero. Él querría estar contento pero acá no se puede. Como cuando le pregunté por qué no tiraba la mueblería y se ponía a hacer lo que él quería. Me miró y por primera vez en la vida no me contestó nada, suspiró y se puso a juntar las miguitas alrededor de su plato, callado, como si le hubiera preguntado dónde queda el universo."

fragmento de Una letra familiar, de Irene Gruss.

jueves, febrero 21, 2008

con la ventana rota detrás


vaso viajando


en la compu



Cuando estoy medio triste y me duele todo, tomar soda (con jugo de manzana* en este caso) con la bombilla que me regaló él, levanta.

Aunque en un sorbo me encuentre un poco de gusto a mr. músculo porque él limpió la mesa.




*Añadir jugo -de cualquier gusto- a la soda es un secreto que aprendí cuando mi papá trabajaba en una rotisería cuando yo tenía seis años. Yo lo acompañaba y él me daba de comer antes de ir a la escuela de arte (que estaba a la vuelta) con jugo de naranja que parecía gaseosa.
A la escuela habré ido un año y me acuerdo que nos hacían "pintar" soplando bombillas con pintura y luego arriba hacer nuestros dibujos. Todo en una terraza.

!!

¡Gracias, Kaz por la mención!


(claro, se escribe para los demás también)

miércoles, febrero 13, 2008

Ayer a la tarde, caminando por el centro me cruzo con el payaso-clon-de-piñón-fijo
que ofrece sus globos con formas de perritos y otras cosas que no distinguí bien -para mí una jirafa es casi lo mismo que un perro caniche o la famosa espada- en su tono cordobés-bahiense agudo. Antes de que mi vista lo perdiera, pasa un hombre en bicicleta y él le grita: "qué hacés, alberto" en evidente tono grave basilesco.

Giro por completo la cabeza y veo en el traje un bolsillo de Olimpo. Sigo hacia la tienda que tenía que ir y pienso en esas cosas que te caen de golpe cuando sos chico.
Cuando iba a quinto o sexto grado tenía una amiga -Adriana-; en enero me la crucé en el supermercado y no me animé a saludarla. Ella tenía una hermana que era hermosa, una especie de Selena de Patagones, mezcla de rasgos de chica de alguna serie de Cris Morena (pero sin la boludez) a la que yo miraba con fascinación: creía que era imposible ser así de linda y tener el pelo tan negro y lacio. Algo tenía que nosotras, chicas de primaria hacía que fuéramos tan poquita cosa.
Una tarde en la plaza, a la salida de la escuela, Adriana (mi memoria cree que fue ella) se puso encima de un banco y con movimientos repetidos dijo que eso hacían un hombre y una mujer. No hubo cuestionamientos ni preguntas de mi parte. Sólo me parecía un poco violenta la forma. Nunca le pregunté nada a mi mamá.

En segundo grado, un chico con nombre de santo me arrinconó en el patio. Intenté empujarlo, pero no tenía tanta fuerza. Me dio mi primer beso y se fue. Lo odié, pero no hice nada.

Un fin de semana mi mamá nos llevó a mis hermanos y a mí a ver a Cristina Lemercier (que tenía un programa que se llamaba "Dulce de leche" en ATC) al club Jorge. A la salida repartían álbumes de los ositos cariños con hojas parecidas a papel plastificado y unos cupones para participar por los sorteos de casas de pin y pon del programa.
A las semanas dijeron mi nombre y una vecina vino corriendo a mi casa a felicitarme (yo tenía pinipones pero no semejante casa). El premio jamás llegó ni tampoco llamaron.

Aunque en mi casa nunca hubo teléfono.

jueves, febrero 07, 2008

Tarde en la costa

en la costa maragata

En verano repito el ritual:

elegir el lugar (ahora, de grande)

con pastito. Esperar a que el río crezca,

avanzar con cuidado por las bolsas de arena

que funcionan de vallado para que el agua

no se coma la costa.

Colocando el pie con precaución

para no resbalar y lanzarse

de lleno para esquivar el frío preliminar.

Ya nadando –cerca de los muelles y

el barco hundido-

inventar estilos y formas.

De regreso a la orilla siempre sumergirse

hasta lo más hondo posible.

Si es jueves, viernes, sábado o domingo

el catamarán hace un recorrido de

puente a puente. La gente se sienta con sus cámaras

y filmadoras, mirando el panorama.

Los que nadamos saludamos

con fuerza tratando de no hundirnos.

Luego queda el oleaje repentino

causado por la fuerza motora

y los chicos en kayak

aprovechan la propulsión

(también cuando pasan lanchas

y los gomones de prefectura).


A veces la felicidad es hacer la plancha

mientras mi novio o mamá toman mate;

mirar los árboles hasta que una ola

descontrola el equilibrio

y mi nariz se llena de agua.

lunes, febrero 04, 2008

Cronología de sábado...

Miramos un rato un partido de Beach handball;




viajando en Catamarán: la gente saluda;


en el patio del museo;



para terminar: murgas maragatas que hacían una especie de duelo.










P.D.: en el paseo, sentados adelante en el catamarán, un señor (conocido) dijo "me siento como di caprio". Su señora nos miró y se rió.