miércoles, julio 01, 2009




Calle abajo hay un negocio en que se reparan radios. Es de un italiano, Joe Vitale. A comienzos del verano apareció en la vidriera un anuncio extraño: El viudo negro. Y abajo: SIGAN ESTA VIDRIERA Y TENDRÁN NOTICIAS DEL VIUDO NEGRO. Así que el vecindario quedó intrigado, a la expectativa. Unos días después se agregaron dos fotografías amarillentas, tomadas hacía unos veinte años, mostraban al señor Vitale como un joven fornido, con un traje de baño negro, hasta la rodilla, y una gorra negra. Debajo de las fotografías, a máquina, se leía que Joe Vitale, a quien todos conocíamos como un técnico de radio cargado de hombros, de ojos tristes, había sido, en una encarnación suprema, campeón de natación y bañero en la playa Roclaway.
Se nos advertía que siguiéramos atentos. Nuestra recompensa llegó a la semana siguiente: el señor Vitale anunciaba que el Viudo Negro estaba a punto de reiniciar su carrera. Había un poema en la vidriera, llamado "El sueño de Joe Vitale", en el que decía que había soñado con volver a conquistar el mar.

Al día siguiente apareció el anuncio final. En realidad era una invitación, y decía que se nos esperaba a todos en Rockaway el 20 de agosto, pues ese día pensaba unir esa playa con la de Jones, muy distante. El resto de ese verano, hasta esa fecha, el señor Vitale se pasó todo el tiempo sentado en la vereda, frente a su tienda, observando las reacciones de los traseúntes, y parecía como adormilado y lejano, asintiendo continuamente, sonriendo cortésmente cuando los vecinos se paraban para desearle buena suerte.

Durante un tiempo no pasó nada más. Luego, una mañana, el mundo se levantó y se burló del sueño de Joe Vitale. La historia apareció en todos los diarios, con fotografías en la primera plana. Fotografías tristes, porque no se lo mostraba en su momento de triunfo, sino de agonía, parado sobre la playa de Rockaway, rodeado de policías. Esta es la actitud que adoptaron casi todos los diarios: había una vez un viejo tonto que se cubrió el cuerpo con grasa y fue trotando hasta el mar, pero cuando los bañeros lo vieron nadando tan lejos de la costa, fueron en un bote y lo trajeron. Pero el hombrecito, tan cómico, volvió a meterse en el mar cuando se descuidaron los bañeros, que volvieron a llevarlo a la playa, y el Viudo Negro, arrastrado a la playa como un tiburón medio muerto, regresó para oír, no el canto de las sirenas, sino maldiciones, burlas, y los silbatos de la policía.

Lo correcto sería irle a decir a Joe Vitale que uno lo siente mucho, que piensa que él es un hombre muy valiente, decirle, pues, cualquier cosa: la muerte de un sueño no es menos triste que la misma muerte. Pero su negocio de reparación de radios está cerrado, desde hace mucho. No hay señales de él, y su poema se debe haber caído, porque ya no se lo ve.


Truman Capote
. Fragmento de "Nueva York", del libro Los perros ladran.