martes, julio 06, 2010

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Vivian Lofiego

Réquiem para lepidópteros

Huesos de jibia, 2008.

39 páginas/ Poesía

“lo que mejor me sale es dibujar mariposas en los márgenes/me secundan, me elevan” son los versos finales de “la escuela”, que escribe Lofiego. En la contratapa se lee: “no hay verso ni palabra que no despierte en el lector esa sensación de tiempo suspendido” y así, de sencillo, uno se encanta con los poemas de Vivian del mismo modo que se observa absorto esas partículas que flotan vistas a trasluz en un tarde de parque (para estar a tono con los paisajes del libro).

La nostalgia está presente, pero no de modo triste, sino como una afirmación de lo que se ama y lo que se vivió: se retorna con alegría y pena a ciertos paisajes de nuestra infancia. En “el día que se murió la luna” una voz lúcida advierte que nuestro satélite ya no tendrá quién le escriba poemas.

De esta manera se viaja por cumpleaños en el bosque, la iglesia: “¿a quién podía contarle lo impuro que decía de nosotros el/cura del colegio?”, noche de reyes, por la madre que vende su vestido de novia; todo con la luminosidad de quien reconstruye su memoria sin eludir los pasajes que fueron oscuros.

Ondulaciones




Vicente Muleiro

Ondulaciones

el suri porfiado, 2008.

43 páginas/ Poesía
$ 20



“Ondulaciones, quiebres, puntos de sutura.

Relieves sobre la línea recta. Relieves, grumos

casi invisibles sobre la superficie plana del sinsentido.” Escribe Muleiro, antes de comenzar el poemario, debajo del título y la dedicatoria a Silvia Schujer, y funciona como prólogo/poema: advertencia de lo vendrá, anticipo de la lectura e intencionalidad.

Es así como esas “ondulaciones” poéticas pueden asemejarse a ese vaivén de las olas: la observación no es la misma en la parte convexa que en la cóncava. También algo de sosiego cuando estamos en la parte baja, y la esperanza de que lo ido, regresa. Todo esto y muchísimo más podemos experimentar en cada uno de los poemas –numerados- de Muleiro, quien, además, no le escapa al sentimiento; a cierta lírica que cuesta encontrar actualmente.

Y con estos quiebres en la forma va dando sentidos nuevos a lo cotidiano: “Cuando al llegar al mar/el mar nos llegue.”, o como en el poema 38, donde manifiesta su tedio ante la incomprensión de un cajero (cualquiera) que logra enterrarlo en la cola del banco e impedir que se concentre en el “falso angelical de Isabelle Adjani”.

Este poeta nos hace asombrar, encontrarnos con esa lengua poética de la que habla Julia Kristeva (donde la lógica se ve superada por lo que engendra el significado), releer una y otra vez el libro pequeño para poder reencontrarnos con: “Sucede lo de siempre:/la poesía trágica/se escribe/a ras del piso.”

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Marina Porcelli

De la noche rota

Edulp, colección “sólo cuentos”, 2009.

116 páginas

$29


La colección Sólo cuentos es una iniciativa de la Edulp (Editorial de la Universidad de la plata). Cuatro títulos son con los que comienzan: Hacia el mar, de Marina Arias, Un dios demasiado pequeño, de Juan José Burzi (quien dirige la colección), El salto final, de Pablo Vinci y De la noche rota, de Marina Porcelli.

En el blog de la colección se manifiesta la intención devolver la vigencia al género (sobre todo en nuestro país, vasto en cuentistas) y se remarca la importancia de que cada libro sea de un solo autor; últimamente hemos visto publicadas varias antologías, pero estaba ausente la posibilidad de seguir leyendo sobre un mismo autor.

Porcelli, en su nota inicial, advierte que los múltiples registros de cada historia que escribió se reúnen en una misma mirada: que todo libro tiene como finalidad dar una observación del mundo. Así, pasa por temas como el suicidio (reflexiones personales de los protagonistas, “José Evaristo Ron”), cierta incomprensión social (“El viaje de Hermes), el incesto, la reverberación que queda entre dos amigas de otra suicida (“Esa noche llamó Tamara”).

El libro habla de la muerte desde una perspectiva que tal vez, muchos, no nos atreveríamos a ver fijamente. Ese miedo y ansiedad que sentimos constantemente hacia algo que no se puede expresar y en el libro de Marina, se hace físico.