viernes, junio 30, 2006
todos podemos ser pee wee...
Cuando me robaron la bici
hice un puchero de nena:
los labios cóncavos
mordidos de a poquito
haciendo fuerza
para no llorar.
En la plaza
(que es donde se juntan
los que las roban)
no estaba. Ahí no dijo él.
Ya está dije.
Ahora en el rincón del patio
están escoba y pala.
martes, junio 27, 2006
Robando posts
Sobre mediados de mayo El buen salvaje publicaba este post:
Arte, arte, arte (Marta Minujín)
Hay todo un tema que recorre el siglo XX y es el de la disolución de los fundamentos del arte. En un primer momento arte era sinónimo de belleza y pericia técnica. Después llegaron las vanguardias y denunciaron la fosilización del espíritu y su entrega al público burgués que lo consumía como objeto decorativo y de status. Las vanguardias proclamaron la muerte del arte y el nacimiento del artista como único señor de su obra. Esto devino en el desprecio del público, Duchamp poniendo un mingitorio en el museo y declarando que era arte porque él lo decía, sencillamente.Luego llegó la muerte de las vanguardias y el arte se convirtió en un gesto, sólo eso. Los objetos despreciados por la alta cultura se convirtieron en obras de arte y fueron aclamados en los museos y galerías. Sopas Campbell valuadas en millones de dólares, el batimovil expuesto en el Museo de Arte de Nueva York, las peliculas clase B ensalzadas como obras subversivas. El relativismo ofrece una aparente libertad al destruir los prejuicios elitistas de la vieja cultura letrada, pero al mismo tiempo licúa las diferencias y hace desaparecer cualquier intento de establecer una jerarquía entre lo feo y lo bello. Si no hay criterios diferenciadores entonces Moby Dick tiene tanto mérito como el Pato Donald, Rimbaud se sienta a la mesa con División Miami y Salinger comparte habitación Robocop. Y está bien en un punto que eso pase, porque elimina los prejuicios de clase y descubre en los productos de la industria del entretenimiento valores que antes era despreciados por las elites. El problema es que la industria cultural tiene de su lado al mercado (en Hollywood puede laburar David Lynch pero las decisiones realmente importantes no las tomarán nunca los David Lynch), mientras que la cultura "letrada" es rezagada a las tiendas de usados o los cineclubes para ancianos ociosos. El engaño del posmodernismo relativista es que no dice que la fuerza del capital está del lado de División Miami o de Britney Spears y no de Faulkner o Jim Jarmusch. "Todo merece el mismo respeto" dice el relativismo, pero calla que las fuerzas materiales del mercado trabajan para elmercado y no para la "alta cultura" y que por lo tanto a millones de personas sólo le llegan ciertos productos (los que son considerados rentables) y desconocen tantos otros que serían tan valorables como los productos de la industria cultural.En ese sentido, cada vez más, el gusto por el arte se va convirtiendo en privilegio para pocos, en una resistencia, en un refugio ante el mundanal ruido. Destino horrible por demás, ya que el gran arte nunca fue resistencia y refugio sino osadía, rupturismo, escándalo, conmoción. Visitar hoy una librería, por ejemplo, es una experiencia penosa porque uno ve cara a cara quiénes son los consumidores de gran arte: señoras viejas seguramente profesoras de letras retiradas, psicoanalistas veteranos con ganas de estar a la moda, tímidas estudiantes de letras buscando los libros de sus profesores, treintañeros desesperados por que terminaron el Código Da Vinci y Tolkien y no conocen más títulos que esos, todo esto entre gigantografías de Andahazi y Pacho O'Donnell y libros de fotos para turistas y el nuevo de Aira que sale 60 mangos y la nueva saga pelotudista de dragones e imbéciles estudiantes de magia. Solo queda el Parque Rivadavia, mi patria adoptiva, mi única universidad, donde junto a viejas revistas porno y vinilos Zappa uno puede conseguir el Satiricón de Petronio o Los Siete Pilares de la Sabiduría de T.E. Lawrence o los versos eróticos de Verlaine a cinco pesos. Siempre y cuando no le preguntes al nazi gordo por la Dialéctica del Iluminismo de Adorno y te saque carpiendo con sus perros SS.
//
Siguiendo; a responder la consigna de belerofonte.
//
Mariana suozzo deslumbra con los poemas de Mark en el espacio.
Arte, arte, arte (Marta Minujín)
Hay todo un tema que recorre el siglo XX y es el de la disolución de los fundamentos del arte. En un primer momento arte era sinónimo de belleza y pericia técnica. Después llegaron las vanguardias y denunciaron la fosilización del espíritu y su entrega al público burgués que lo consumía como objeto decorativo y de status. Las vanguardias proclamaron la muerte del arte y el nacimiento del artista como único señor de su obra. Esto devino en el desprecio del público, Duchamp poniendo un mingitorio en el museo y declarando que era arte porque él lo decía, sencillamente.Luego llegó la muerte de las vanguardias y el arte se convirtió en un gesto, sólo eso. Los objetos despreciados por la alta cultura se convirtieron en obras de arte y fueron aclamados en los museos y galerías. Sopas Campbell valuadas en millones de dólares, el batimovil expuesto en el Museo de Arte de Nueva York, las peliculas clase B ensalzadas como obras subversivas. El relativismo ofrece una aparente libertad al destruir los prejuicios elitistas de la vieja cultura letrada, pero al mismo tiempo licúa las diferencias y hace desaparecer cualquier intento de establecer una jerarquía entre lo feo y lo bello. Si no hay criterios diferenciadores entonces Moby Dick tiene tanto mérito como el Pato Donald, Rimbaud se sienta a la mesa con División Miami y Salinger comparte habitación Robocop. Y está bien en un punto que eso pase, porque elimina los prejuicios de clase y descubre en los productos de la industria del entretenimiento valores que antes era despreciados por las elites. El problema es que la industria cultural tiene de su lado al mercado (en Hollywood puede laburar David Lynch pero las decisiones realmente importantes no las tomarán nunca los David Lynch), mientras que la cultura "letrada" es rezagada a las tiendas de usados o los cineclubes para ancianos ociosos. El engaño del posmodernismo relativista es que no dice que la fuerza del capital está del lado de División Miami o de Britney Spears y no de Faulkner o Jim Jarmusch. "Todo merece el mismo respeto" dice el relativismo, pero calla que las fuerzas materiales del mercado trabajan para elmercado y no para la "alta cultura" y que por lo tanto a millones de personas sólo le llegan ciertos productos (los que son considerados rentables) y desconocen tantos otros que serían tan valorables como los productos de la industria cultural.En ese sentido, cada vez más, el gusto por el arte se va convirtiendo en privilegio para pocos, en una resistencia, en un refugio ante el mundanal ruido. Destino horrible por demás, ya que el gran arte nunca fue resistencia y refugio sino osadía, rupturismo, escándalo, conmoción. Visitar hoy una librería, por ejemplo, es una experiencia penosa porque uno ve cara a cara quiénes son los consumidores de gran arte: señoras viejas seguramente profesoras de letras retiradas, psicoanalistas veteranos con ganas de estar a la moda, tímidas estudiantes de letras buscando los libros de sus profesores, treintañeros desesperados por que terminaron el Código Da Vinci y Tolkien y no conocen más títulos que esos, todo esto entre gigantografías de Andahazi y Pacho O'Donnell y libros de fotos para turistas y el nuevo de Aira que sale 60 mangos y la nueva saga pelotudista de dragones e imbéciles estudiantes de magia. Solo queda el Parque Rivadavia, mi patria adoptiva, mi única universidad, donde junto a viejas revistas porno y vinilos Zappa uno puede conseguir el Satiricón de Petronio o Los Siete Pilares de la Sabiduría de T.E. Lawrence o los versos eróticos de Verlaine a cinco pesos. Siempre y cuando no le preguntes al nazi gordo por la Dialéctica del Iluminismo de Adorno y te saque carpiendo con sus perros SS.
//
Siguiendo; a responder la consigna de belerofonte.
//
Mariana suozzo deslumbra con los poemas de Mark en el espacio.
viernes, junio 23, 2006
lunes, junio 12, 2006
Complicado y aturdido
No soy Bahiano, ni estoy aturdida, pero sí complicada. Así que por eso no hay posts, pero sí los tengo en mente (sorpresa). Aunque tal vez esto sólo sea una excusa para expresar mi total aversión a la propaganda (no me gusta decir comercial, aunque sea correcto) de coca-cola light ("la vida es como te la tomás", psé...) que lo único bueno que tiene es que aparece Arnaldo André. Y para decir cuánto me gustaban Los Pericos.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)